Pérdida de identidad

Bryan Banuelos, Editor de Español

La identidad indígena está en peligro de extinción. Compartir raíces indígenas hoy en día representa un tabú para una parte mayoritaria de muchas comunidades a través de América.

Aproximadamente, una lengua se extingue alrededor del mundo cada tres meses. Ahora bien, aunque esto no sugiere que todo registro escrito y cultural de dicha lengua se ve perdido para siempre, sí representa un problema alarmante que debería ser concientizado en las actuales sociedades.

Pero ¿qué quiere decir esto un ámbito de identidad? De manera general, el primer aspecto que se idealiza a la hora de referirse a una comunidad o cultura indígena es la lengua hablada. Otomí, náhuatl, guaraní, navajo… cada lengua es fácilmente asociada a una cultura tradicionalmente conocida como indígena o nativa.

La multiculturalidad de un país se ve transformada en un gran aspecto gracias a las distintas minorías que se van desarrollando dentro de una sociedad. Asiáticos, afroamericanos, LGBTQ, latinoamericanos (¡!) y más comunidades son añadidas al catálogo. De manera triste y lamentable, no ocurre lo mismo con las miles de diferentes comunidades indígenas esparcidas alrededor de toda América. Estas, lejos de crecer, disminuyen. Comunidades reducidas a un grupo de familias, lenguas que no superan el centenar de hablantes, como el aguacateco, con 27, y el kaqchikel, con 61 (INEGI, 2015).

Con un problema tan latente como este, el típico cuestionamiento de moralidad llega a la mente de uno. ¿Qué hace el gobierno para preservar nuestras comunidades indígenas? ¿por qué no enseñan esto en las escuelas? Pero la realidad es otra. El «gobierno» no puede estar pisándole los talones a cada persona de una comunidad indígena en el afán de procrear y diseminar lengua y cultura por el mundo. Es el ciudadano que comparte cuarto de sangre indígena, el que se ofende porque le llaman «indígena» o «aborigen» o «mestizo» como insulto, quien se debe reprochar a dónde va cada gramo de identidad nativa. Es más común escuchar al que se jacta de ser mitad francés, cuarto italiano, octavo alemán […] que al que demuestra fluidez en guaraní, que comparte costumbres nativo americanas, que está al tanto de su linaje indígena.

La sociedad de hoy ya no lo ve así. Pocos presentan curiosidad auténtica al conocer un purépecha, miembros activos de otras minorías discriminan a la persona cuyo primer idioma es una lengua indígena y usan el término «aborigen» con la intención de insultar. Así pues, lamentablemente, en una sociedad así de fragmentada donde el ciudadano indígena no tiene cabida, es difícil esperar un crecimiento drástico en la denominación de cada persona como parte de una comunidad nativa de pueblos americanos.

Bien lo tiene claro Bolfy Cottom, investigador de la Dirección de Estudios Históricos del INAH: «Normalmente un indígena es marginado y despreciado, no sólo por el hecho de ser pobre, sino también por poseer una cultura que es sumamente distinta a la del resto de la ciudad». Así que no, no es el gobierno el que descuida a la comunidad indígena, no es que estas comunidades son demasiado pequeñas para sobrevivir en un futuro distante, es el hecho de que cada sociedad empuja a sus comunidades al abismo para ser plasmados solo en libros de texto, con nuevas tendencias neoliberales, la vergüenza del «qué dirán» y la exclusión diaria de miembros tan ciudadanos como tú y yo.